Libro: Inspiración
Autor: Robin S. Sharma
Editorial: Grijalbo
“Nadie descubre su destino. Tu destino te descubrirá a ti; te encontrará siempre que hayas hecho los preparativos y el trabajo interno necesarios para aprovechar la ocasión cuando se presente”
“Soy todas las cosas por las que voy pasando”
Homero
Artículo “Nosce te ipsum” (Conócete a ti mismo)
La vida es constitutivamente un drama según Ortega y Gasset, porque es siempre la lucha frenética por conseguir ser de hecho lo que somos en proyecto. El yo es un proyecto de vida, una intención de existencia que califica, valora y ordena lo que forma nuestro inevitable destino. Nuestro Yo es nuestra vocación. La tarea de la filosofía es hacer que el hombre sea dueño de sí mismo, sino ante la sociedad si, al menos, en su propio interior.
Esto solo se puede lograr si atendemos a la sentencia délfica del “Conócete a ti mismo”, máxima favorita de la psicología reflexiva que se queda corta ante la psicología creativa que sustituye el aforismo que tanto defendió Sócrates con un imperativo más valioso: “Revélate a ti mismo”, lo que equivale al mandato de amar, pues en ningún otro lugar nos revelamos más que en nuestro amor.
Hoy nuestra meta ha cambiado su imagen: no es ya la del hombre iluminado, el que ve, el vidente, sino la del hombre transparente a quien James Hillman ve diáfanamente, que es alocado, que no tiene nada que esconder, convertido en transparente a través de la aceptación de sí mismo; de ese hombre cuya alma es amada, completamente revelada, plenamente existencial; que es solo lo que es, liberado del ocultamiento paranoico, del conocimiento de sus secretos y de su secreto conocimiento y cuya transparencia no sería posible sin el Afluente NosceTe Ipsum.
Conocerse a sí mismo reflexivamente es imposible. Siempre llegamos tarde con nuestras reflexiones, cuando el suceso ya ha pasado ¿Cómo podríamos conocernos por medio de nosotros mismos? Podemos conocernos solo a través de otros, pero no podemos conseguir solos ese objetivo. Los actos del alma necesitan de una conexión íntima, no para individualizarse, sino meramente para vivir. Necesitamos imprescindiblemente relaciones del tipo más profundo, a través de las cuales nos realicemos nosotros mismos, vínculos donde la auto revelación sea posible, donde el interés por el alma y el amor por ella sean capitales y donde el eros pueda moverse libremente. Para esto necesitamos seguir las líneas del corazón: Mi humanidad, mi determinación de vivir, mi fuerza y mi pasión. Mis virtudes más nobles emanan del corazón: la lealtad, la audacia, la compasión. Es mi amor, mi sentimiento, la sede de mi alma. En él habitan la intimidad, la vergüenza, el deseo y la divinidad insondable. Este corazón es el que advierte que no debemos conocernos para amarnos sino amarnos para conocernos.