La Cocina de Santa Rosa es un espectáculo a la vista. Pero además, su historia trasciende épocas y la receta que le hizo famosa es importante en todo el país.
Situada en el Ex Convento de Santa Rosa, logró sobrevivir a siglos de historia, conservándose casi intacta. Por esta razón, podemos visitarla y gozar de su maravillosa percha, que deleita tanto a propios como extraños.
Sobre el Ex Convento de Santa Rosa
La Cocina de Santa Rosa se encuentra en las inmediaciones del hoy Ex Convento homónimo. Fue construido en el siglo XVII y dio albergue a diferentes órdenes religiosas.
Las dominicas fueron las primeras en habitarlo. Sin embargo, la última de ellas estuvo dedicada a Santa Rosa de Lima y de ahí el nombre con el que se le conoce en la actualidad.
Este edificio, luego de las leyes de reforma, dejó de pertenecer a la iglesia y pasó a manos privadas. Por este motivo, fungió como hospital psiquiátrico y como vecindad, por lo cual quedó deteriorado.
Sin embargo, a pesar de estos embates, la Cocina de Santa Rosa no sufrió daño considerable. Y gracias a que supieron resguardarla y ponerla a salvo, hoy podemos visitarla.
La cuna del mole poblano
Se dice que Sor Andrea de Asunción, una monja que habitaba el Convento de Santa Rosa, fue la creadora del mole. Ella solía encargarse de la cocina y, solía inventar algunas cosas para poder diversificar el menú.
Por este motivo, se dio a la tarea de mezclar diferentes ingredientes. entre estos destacaban diferentes variedades de chiles, así como el chocolate, dando vida a una salsa única.
Algunas otras versiones apuntan a que el mole se preparó especialmente para el virrey Tomás Antonio de la Serna y Aragón. Se dice que cuando estuvo de visita por Puebla, fueron las mon jas las encargadas de delaitarlo con un platillo novedoso.
La cocina de Santa Rosa, única entre las únicas
Forrada de talavera de piso a techo, la belleza de este espacio es única. Se encuentra dividida en tres partes, entre las que destaca el curioso refrigerador. Un cuarto frío en el que las monjas solían resguardar sus alimentos del sol y los cambios de temperatura.
Asimismo, el llamado carbonero, era el sitio donde las religiosas depositaban todos sus víveres.