HBO es sin duda, la madre de las mini series. El eslogan que manejaban por allá de los años noventa era “It’s not TV, is HBO” para resumir a la perfección lo que el canal representaba: una nueva forma de contar historias que se haría infinitamente popular con el paso del tiempo, y no faltarían empresas a cuyo formato se alinearían.
Su mundo representa altísimos cuidados a nivel estético, producciones impecables con historias bien contadas. Por mencionar algunas: Los Soprano, Chernobyl o las recientes Succession y Mare of Easttown.
Ni hablar de los polémicos documentales, que han salido a la luz sin miedo a las posibles represalias, al estar sustentados en investigaciones serias. Tal es el caso de Leaving Neverland, The Vow o The inventor of Silicon Valley, solo por mencionar algunas.
Una de las principales características en la línea de este canal, es sin duda el análisis social y humano aún en historias aparentemente triviales, como Sex and the city. Trata de ver más allá de lo que nos está contando y Euphoria es un ejemplo más de un éxito de popularidad, en un trago de realidad fulminante.
¿Por qué Euphoria es Euphoria?
Películas y mini series de adolescentes en el último año de high school o preparatoria, se pueden contar por miles. Esa época sobre valorada en la que el público goza al verse reflejado, probablemente sea el tema más recurrido en cualquier parte del mundo. Pero esta vez toma la palabra su creador: Sam Levinson (hijo del ganador del Óscar por mejor dirección por Rainman, Barry Levinson), quien nos lleva a navegar por esa tierna edad, en una escuela como muchas, en un Estados Unidos entre 2019 y 2022.
Los personajes están estructurados en todas sus partes y los vamos conociendo, en un capítulo para cada quien.
Mucha droga, sí. Mucho sexo, también. Una increíble necesidad de pertenencia a costo del precio más alto, en un mundo donde cualquier menor tiene acceso a todo. Eso lo sabemos, sin embargo a través de las actuaciones increíbles de estos jóvenes que serán los nuevos De Niro, las nuevas Meryl, entendemos el origen de decisiones dolorosas, que pagarán a precios altísimos.
Experimentar el dolor de la catástrofe emocional que trae un cáncer en el familiar más amado, los errores de los padres que también fueron adolescentes y “resolvieron” sus vidas de la peor manera trae consecuencias implacables para los descendientes.
Descendiendo
En los primeros capítulos se romantiza el consumo de drogas con imágenes psicodélicas con las que entendemos el enganche, la fuga, para aterrizar en un crudo despertar en una dependencia triste.
Es una serie acerca de adolescentes hecha para adultos, donde todos son víctimas de realidades durísimas, coexisten en ambientes con muy pocas reglas y las que existen las originan sus propias inseguridades.
Personajes entrañables y despreciables tienen mucho por contar, sin haber alcanzado los dieciocho años. Nada los puede sorprender: han visto todo y siguen siendo niños y niñas. El sabor en la boca después de conocerlos es amarga, porque la vida apenas empieza y ellos ya lidian con demasiadas cosas. La dualidad de las personas saca lo mejor en algunos y lo peor en otros, mientras observamos el caos.
El personaje de Jules es una chica trans, interpretada por la modelo Hunter Schafer, quien también lo es y colaboró con Levinson en la construcción de un personaje que reflejara su historia personal y activismo por las personas que atraviesan por esa transición.
Zendaya lleva su personaje a límites horripilantes a partir del dolor, en escenas desgarradoras; la belleza física de Nate Jacobs (Jacob Elordi), se ve opacada por el altísimo código moral del “dealer” de la zona: Fezco (Agnus Cloud), descubierto por el director, caminando por las calles de Manhattan.
Ascendiendo
El resultado de esa mezcla es desolador y bello, la música es entramada como se vive la realidad misma cuando el orden irrumpe en medio de un caos de normalidad… hay límites que no se atraviesan, hay cosas que no se hacen, aun cuando tengamos todas las justificaciones de un pasado cruel. La lealtad, traspasa cualquier generación cuando se debate entre el bien y el mal; y la amistad…ese lazo que se forja en la más tierna infancia con un código indescifrable, aun en estos tiempos, es LA AMISTAD y aténgase a las consecuencias quien ose atravesar esa raya.
Estos niños y niñas apenas están en prepa; es inevitable la sensación de rescatarles del dolor incomprendido que experimentan, así como el impulso de regañarlos. Pero estos son sus terrenos, sus reglas y su modo de sobrevivirlas.
En varios momentos, Levinson rompe la cuarta pared con interacciones inesperadas que nos involucran; porque esta sociedad la hacemos todos. La existencia de alguien como Ashtray te conmociona, así como la dualidad de su rescatadora. Es ahí donde me pregunto: ¿El dolor justifica cualquier acción? ¿Las ausencias merecen el vacío de la perdición? En esta generación ¿se sufre más, o se sabe más de su sufrimiento? Preguntas como éstas brincan entre mucho glitter, cuerpos hermosos, liderazgos confundidos, delineados curiosos y música exquisita, que plasma una serie de historias muy tristes entre quienes apenas está autorizado usar la bici para moverse…los más jóvenes están fascinados. ¿Por qué será?
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