El Panteón Francés de Puebla es más que un camposanto para el descanso de los difuntos. Es un sitio histórico que da cuenta de la intervención francesa en México, y también un lugar de descanso para los héroes.
El Panteón Francés de Puebla se construyó en 1896 para albergar los restos de los combatientes franceses y mexicanos que se enfrentaron en la batalla de 1862. Aquí yacen los cuerpos de 11 mil 500 militares de ambas naciones. El 99 por ciento de los restos, son de soldados mexicanos que murieron por su patria.
El entonces presidente de México, Porfirio Díaz, arribo a la capital poblana para inaugurar este espacio. En el centro del cementerio, se erigió un monumento a La Paz y Reconciliación Franco-Mexicana. Además de este recordatorio de la paz entre ambos países, en el panteón también se construyeron criptas con un gran valor artístico y arquitectónico.
Con el paso de los años, el Panteón Francés de Puebla también se convirtió en espacio para albergar los restos de familias poblanas de abolengo. Muchos representantes de la vida política, social y religiosa descansan aquí.
Entre estos personajes famosos destacan el empresario William O. Jenkins, quien falleció en 1963, y su esposa Mary Street, quien murió en 1958. Sus restos se encuentran en una parte del panteón que alberga un jardín. Desde 1952 también descansan aquí los restos del escritor e historiador Hugo Leicht Meyer, autor de “Las calles de Puebla”.
Asimismo, hay un espacio en el panteón que recuerda a los franceses que vivieron en Puebla, pero que perdieron la vida en la Primera Guerra Mundial. Además, como en todo cementerio, hay historias de fe como la de Rosa Luisa Carranza, una niña que murió a los 10 meses en 1901 y cuyos padres le mandaron a hacer una estatua que, se cree, es milagrosa.
Foto propiedad de José Aguirre Monterd
Continúa leyendo: Panteón Municipal: joya histórica poblana