Bailando al son del viento proveniente de la montaña, la danza de los Quetzales es más que un grupo de bailarines con trajes llamativos. Es un auténtico ritual de raíces prehispánicas que con pasión y entrega, se convierte en una ceremonia donde el sol y la naturaleza acuden radiantes para brindar sus bendiciones a los danzantes y todos los que admiran sus delicados y valientes movimientos.
Bailando al sol
Aunque no cuente con una fecha de nacimiento exacta, se dice que la danza de los Quetzales surgió en los últimos años del Posclásico tardío, unos años antes de la llegada de los españoles. Respecto a su lugar de origen, los datos señalan al Pueblo Mágico de Cuetzalan como principal hogar de este hermoso baile. Sin embargo, en diversas regiones de Veracruz también se lleva a cabo este ritual.
Expertos han señalado que el nombre de la danza podría tener dos significados. El primero de ellos, es en alusión a su lugar de localización –Cuetzalan, Puebla– y el segundo proviene de las coronas utilizadas por los danzantes, elaboradas con plumas de quetzal.
Como la mayoría de rituales de la época prehispánica, la danza de los Quetzales surgió como un homenaje al sol y al quetzal. De igual manera, es una forma de codificar el movimiento de los astros. Por ello, los participantes utilizan prendas llamativas, principalmente rojas, entre las que destacan una alargada capa y un pañuelo en el pecho. Los pantalones son adornados con flecos dorados y en la mano, una sonaja hace el ritmo de cada paso.
Estelas de color
Sin embargo, la mayor singularidad que hace de esta danza una de las más importantes en todo el país es sin duda el gran penacho de carrizo o corona en la cabeza de los danzantes. A este se le añaden listones multicolor que simulan los rayos del sol. También es común hallar borlas y plumas en algunas variantes de acuerdo a la región. Algunos llegan a tener un gran tamaño, ideales para lograr un mayor impacto visual.
La danza de los Quetzales se ejecuta mediante pasos en forma de cruz, aludiendo a los cuatro puntos cardinales. Asimismo, los giros realizados representan la rotación del tiempo. El maestro mayor de la danza, es el encargado de marcar el ritmo con ayuda de una flauta de carrizo y un tambor de cuero. Al final cada danza, se hace uso de un aparato giratorio de madera que le da una espectacularidad especial.
La mayoría de danzantes pasan entre un año y año medio para aprender los pasos completos de la danza, lo que significa un ritual de mucho trabajo y coordinación. Actualmente, la danza se lleva a acabo en diversas festividades locales o en presentaciones y concursos nacionales e internacionales.
Hablar de este hermoso ritual es sin duda, profundizar en el inmenso panorama folclórico de Puebla y México. Una danza que sigue existiendo y que lucha por mostrar la enorme riqueza cultural de nuestro país.
Foto de portada: musicaenmexico.com.mx
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