La imagen más venerada de la ciudad de Puebla se encuentra en el templo de Santa Mónica. Se trata del Señor de las Maravillas, una imagen que atrae a miles de peregrinos de distintas partes de la República cada año.
El Señor de las Maravillas cuenta con dos fiestas al año. La primera es el 1 de julio, en la cual es tradición que un mariachi toque las mañanitas. Ese día hay degustación de antojitos en la entrada del templo y miles de poblanos acuden para pedirle un favor a esta imagen que, según cuentan, es de las más milagrosas de todo México.
La otra fiesta del Señor de las Maravillas tiene lugar el Viernes Santo. Ese día la imagen sale de la urna que la custodia para recorrer la ciudad en una procesión, junto a la Virgen de Dolores, Jesús de Analco y la Virgen de la Soledad. Sin embargo, la fiesta más importante para los peregrinos sigue siendo las del 1 de julio. No por nada esta es celebración religiosa es uno de los eventos multitudinarios más importantes de la ciudad, junto con la Feria de Puebla.
La imagen del Señor de las Maravillas data del siglo XVII y representa una de las caídas de Cristo en su camino a la crucifixión. Antes era conocida como “Señor de la Caída” por la pose que tiene. Pero gracias a una leyenda y a uno de los milagros que se le atribuye, cambió de nombre. También se le llegó a conocer como “Señor del Rayo”, debido a que la madera con que se talló esta imagen procede de un árbol que derrumbó un rayo junto a la parroquia de San José.
La leyenda del Señor de las Maravillas
La imagen del Señor de las Maravillas es famosa por esta leyenda. Se cuenta que había una mujer que acudía todos los días a visitar a su esposo a la cárcel de San Juan, frente al Convento de Santa Mónica. Durante sus visitas, advirtió la presencia de un recluso pobre a quien nadie iba a ver. La mujer, conmovida, decidió visitar en secreto a aquel hombre cada vez que iba a ver a su esposo.
Más tarde, el marido de la mujer fue puesto en libertad, pero ella siguió yendo a la cárcel a visitar al otro hombre, llevándole siempre una cesta de comida. El esposo sospechó que su mujer le era infiel y decidió esperarla a las puertas del reclusorio para comprobarlo. Tras interceptarla, preguntó a su esposa qué llevaba en la cesta, a lo que ella respondió que llevaba “las maravillas del Señor”. El marido desconfió de la respuesta, destapó la cesta y en su interior solo halló maravillas.
La mujer quedó sorprendida y entró con su esposo al templo, donde confesó la verdad. Entonces, ambos se dirigieron a la prisión con el fin de ver al recluso. Sin embargo, no pudieron hallarlo ni obtener noticia de él, por lo que supusieron que se hombre era Cristo, quien puso a prueba el amor de la pareja.
