Entre sus torcidas ramas de barro policromado y figurillas de colores, el Árbol de la Vida cuenta la historia de toda una región, de un estado y un país entero también. Y es que esta artesanía de fina manufactura no solo representa lo más puro y tradicional de nuestro México, también es una viva imagen del folclor y colorido espíritu de toda la población mexicana. Sin embargo, y a pesar de que muchos quieran adjudicarse su origen, Izúcar de Matamoros es el verdadero sitio donde nació esta pieza nacional que ha traspasado fronteras.
El origen de la vida
Dar vida a este pequeño mundo de formas no es fácil. No existen moldes ni platillas a seguir. Cada elemento es hecho, colocado y pintado a mano. Es un mármol en bruto esperando ser cincelado por las benditas manos de un artesano izucarense. De acuerdo con los pobladores más antiguos, el primer Árbol de la Vida nació hace 250 años en el taller de la familia Castillo. Estaba hecho de barro policromado, como se continúa haciendo, y carecía de colores.
En sus primeros años de vida, esta artesanía era regalada a los recién casados como símbolo de buenos deseos y abundantes cosechas. El paso del tiempo y la popularidad de su creación hicieron que el regalo de Izúcar para el mundo, se extendiera a diversos lugares como Acatlán y Metepec, en el Estado de México.
¿Cómo se hace un Árbol de la Vida?
La fabricación del Árbol de la Vida comienza desde el barro, el principal elemento para su formación el cual representa, desde tiempos prehispánicos, una visión y tradición de los pueblos mexicanos. Con la arcilla aun húmeda, el artesano comienza a formar la estructura del árbol. Posteriormente, son agregados los otros elementos hasta dar vida a la pieza final la cual se deja secar, se cuece y policroma.
Actualmente, existen más de diez talleres que fabrican al Árbol de la Vida dentro de Izúcar de Matamoros, y a pesar de no ser el producto de mayor exportación dentro de este municipio, se ha convertido en una vida muestra del talento y trabajo artesanal de sus pobladores.
La artesanía más codiciada y colorida de México dejó de ser parte de las tradicionales bodas poblanas para convertirse en una pieza imprescindible de museos, colecciones privadas y galerías de todo el mundo. Y es que, todo lo que conforma a este pequeño monumento representa algunas de las cosas más importantes para un mexicano: sus raíces y la familia.
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Foto de portada: mymodernmet.com
