La Catedral de Puebla no es solo lo que aparenta a simple vista. Es un templo de mitos, leyendas, misterio y tesoros ocultos.
Cada año, en el mes de noviembre, se abren las puertas de una cámara oculta en la que los religiosos pueden pedir por el eterno descanso de quienes han guiado la fe católica en la Angelópolis. Este misterioso lugar en la Catedral de Puebla se llama la Cripta de los Obispos y abre al público cada 2 de noviembre con motivo de la Solemnidad de Todos Santos.
La Cripta de los Obispos se encuentra debajo del ciprés del Altar Mayor. Ahí reposan los restos mortales de 13 de los 35 obispos y 6 arzobispos de la iglesia en Puebla. No es un lugar turístico, es un lugar de fe, por eso solo abre una vez al año.
Entre los obispos que están aquí sepultados se encuentran Fray Julián Garcés, el primer obispo de Puebla (1527-1542), además de Salvador Biempica y Sotomayor (1790-1802). También están los restos de monseñor Antonio Joaquín Pérez Martínez, quien fue firmante del acta de independencia de México y falleció el 26 de abril de 1829.
Los arzobispos Don Pedro Vera y Zuria (1924-1944) y los hermanos Don José Ignacio (1945-1950) y Don Octavio Márquez y Toriz (1951-1975) también descansan en esta cripta. Otro de los religiosos por los que se puede rezar en este espacio es monseñor Rosendo Huesca Pacheco, el octavo arzobispo de Puebla.
Cada 2 de noviembre los creyentes tienen la oportunidad de visitar los restos mortales de los obispos y arzobispos en la Catedral de Puebla. Rezan por ellos con fe, con la esperanza de obtener indulgencia por sus pecados.
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