octubre 12 , 2024
spot_img
spot_img

La entrañable historia de la Casa del Perro en Puebla

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Relacionados

Los mejores chiles en nogada en Puebla en 2024

Puebla y el chile en nogada son casi sinónimos....

Andeza, la nueva torre de Grupo JV

Andeza 2719 ya está en pre-venta. La nueva torre...

El rey de la cocina poblana llegó a Casareyna

Casareyna definitivamente es un ícono en la auténtica cocina...

Novapelly, el mejor remedio en Puebla contra la caída de cabello

Uno de los grandes problemas que vivimos actualmente como...

25 Aniversario de DeForest Abogados

García Heres celebró su 25 Aniversario, con una serie...

Compartir

spot_imgspot_img

En la esquina de la 9 Poniente y 3 Sur existe una casona con un guardián muy peculiar en lo más alto. Se trata de un perro, inmóvil, sentado en sus cuartos traseros y con vista al frente. Su sola existencia es motivo de rumores y leyendas en torno a este lugar, al que ya todos conocen como la Casa del Perro en Puebla.

De acuerdo con los vecinos de la zona, dicho adorno se colocó en el siglo XVIII por el entonces propietario del inmueble. Esto como una señal de agradecimiento a un hecho que le sucedió y que le permitió amasar una gran fortuna.

La historia de la Casa del Perro en Puebla se remonta a la época de la Santa Inquisición. En esos años llegó a Puebla la familia de Don Juan Illescas, quienes se dedicaban al comercio de esclavos en España. Llegaron a la peculiar casa por recomendación de un mesonero de la ciudad.

Al paso del tiempo, esta familia se hizo popular entre la nobleza y la población. Hasta que un día descubrieron que en realidad era un judío encubierto que mintió sobre sus verdaderos orígenes. Su verdadero nombre era Isaac y el de su esposa, Sara.

El inquisidor local lo arrestó y lo llevó a un calabozo. Su esposa se quedó en casa con su única hija. Sin embargo, la misma noche del encierro de Juan, a Sara se le apareció un perro mastín fantasmal en sueños. El animal, sin intención de dañarla, la llevó a recorrer varios pasillos, hasta una pared de donde salía un rayo de luz.

Ella comenzó a excavar el muro hasta que encontró el cadáver de un perro, que tenía la leyenda “Al único amigo que tuve” y debajo había un enorme cofre lleno de monedas de oro.

Aseguran que tras el hallazgo la mujer escapó con su hija a bordo de una carreta. Casualmente, esa misma noche Don Juan escapó de prisión y nunca más se les volvió a ver.

Dicen que la casa perteneció a uno de los conquistadores españoles que dominó Tepeaca, quien usaba perros entrenados para atacar a los indígenas. Se dice que por esta detestable afición el sujeto colocó la estatuilla de un perro en su casa.

Continúa leyendo: La importancia histórica y cultural del Carnaval de Huejotzingo

spot_img
spot_imgspot_img